martes, 20 de enero de 2015

...Y la lluvia, tan ella

Un respiro. Dos, tres, cuatro más fragilidades...Y la lluvia, tan ella.
Las personas van y vienen por la calle de plata.
 ¡A prisa! ¡El reloj avanza!
Una corre apresurada, la otra goza el tintineo de gotas en su paraguas.

Los pequeños faros de luz atraen las ramas indigentes, raídas del frío. Ellas se retuercen, tornándose de red arácnida, buscando la calma en la luciérnaga de acero, mas no pueden alcanzarla.
Su desnudez de invierno las hace estremecer y suplican a Naturaleza,
pero no contesta: el susurro parsimonioso y húmedo no le deja oír.
Cuando Naturaleza se dé cuenta, las ramas ya serán cortadas, mas por el momento, dejarlas tiritar: son de lugar íntimo y minúsculo su cuadro. Deshojadas, se asemejan a galaxias.
Un vago pensamiento surge de mi alma: las ramas, tristes y desnudas, tienen algo de humano en ellas.

Hay un placer liviano posado en este instante...Y la lluvia, tan ella.

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