Suaves cortinas cerradas, con míseros
rayos de luz surcando la deshecha cama
y en mesas vacías con leves suspiros
se adornan las pinturas, desparramadas.
Suave y tenue silencio, surcando
el navío de la soledad muda,
pinceles danzando con disimulo
y un artista que sin voz, pide ayuda.
Latidos condescendientes
junto a obras inacabadas,
consentidas y malpensadas,
arrinconadas y ausentes.
Vasos cristalizados de ideas,
ideas cristalizadas en vasos,
con estelas moteadas
por pinceles solteros
y esbozos y obras
perfiladas por Eros.
Pinturas que hacen eco
y dejan huella,
y huellas que hacen
de su eco pinturas
y la música de un día
tornándose noche
y la melancolía
de pintar sólo
de un carboncillo
azabache.
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